Psicología

En el mes del amor: Conoce la 'Pócima' del enamoramiento

La dopamina nos impulsa a enamorarnos al hacernos ilusionar con el futuro, y también es la responsable de qué el amor pasional se convierta después en desinterés, según un experto en esta sustancia química de nuestro cerebro que controla nuestros impulsos y que nos incita a buscar nuevos estímulos
sábado, 5 de febrero de 2022 · 04:00

Cupido, el dios del deseo amoroso, representado habitualmente como un niño desnudo y alado, con los ojos vendados, lanzaba a las personas dos tipos de flechas: unas con punta de oro, para concederles el amor y otras con punta de plomo, para sembrar el desamor y el olvido, según la antigua mitología romana. 

Según los conocimientos actuales de la neurociencia, las flechas del mítico Cupido podrían llevar una sustancia que hace que la mutua atracción de aquellos a quienes atraviesan en sus puntas sea obsesiva y que su amor inicial sea un torbellino de deseos, sensaciones placenteras y ganas de estar con el ser amado. 

Tras la pasión, llega el  'amor compañero'. Foto de Timo Stern en Unsplash.
Tras la pasión, llega el  'amor compañero'. Foto de Timo Stern en Unsplash.

Pero esa misma sustancia también hace que un tiempo después, al cabo de unos meses, esa fuerza pasional e irresistible que unió a los enamorados al comienzo, se vaya  desvaneciendo. 

Esa sustancia es la dopamina, un neurotrasmisor o sustancia química segregada por el cerebro en determinadas situaciones o ante ciertos estímulos, causando diversas sensaciones en el organismo, impulsándonos a determinados tipos de comportamientos e influyendo en nuestro estados de ánimo.

¿Por qué nos obsesionamos con las cosas que queremos y nos aburrimos cuando las conseguimos? ¿Por qué el amor pasional se convierte tan rápidamente en desinterés?  

La respuesta a esas preguntas reside en la dopamina, el neuroatrasmisor que condiciona de quién nos enamoramos y con quién nos acostamos, según el psiquiatra estadounidense Daniel Z. Lieberman (www.danielzlieberman.com) autor del libro ‘Dopamina’, junto con el físico y escritor Michael E. Long.

El enamoramiento se nutre de ilusión. Foto de Anastasiya Babienko en Pixabay.
El enamoramiento se nutre de ilusión. Foto de Anastasiya Babienko en Pixabay.

MOTIVADOS POR LA ILUSIÓN DE UN FUTURO IDEAL.

La dopamina es la molécula del deseo, la que controla nuestros impulsos y nos incita a buscar siempre nuevos estímulos, señala. “Es una molécula que genera placer a partir de la ilusión, es una sustancia química orientada al futuro”, puntualiza. 

Según Lieberman, esta sustancia cerebral ofrece a nuestra mente el panorama de un futuro prometedor que nos incita a esforzarnos para hacerlo realidad.  

“Para la dopamina lo importante es conseguir ‘algo’, cualquier cosa que sea nueva. Nos hace mirar ilusionados hacia el futuro, donde empieza cualquier posibilidad emocionante", señala.

Pero cuando ese “algo” se vuelve conocido, el entusiasmo dopamine´rgico (la emoción ante la expectación ante lo que vendrá) desaparece, “porque con el tiempo el futuro se convierte en el presente”, de acuerdo a Lieberman.

Psiquiatra Daniel Z. Lieberman. Foto de Medical Faculty Associates.
Psiquiatra Daniel Z. Lieberman. Foto de Medical Faculty Associates.

EL PUNTO DE PARTIDA DE LA RELACIÓN DE PAREJA.

Señala que en el caso del amor, experimentamos una descarga de dopamina a partir de sorpresas prometedoras: la llegada de una nota agradable de la persona que amas (“¿Qué dirá el mensaje?”) o conocer a una nueva pareja fascinante en un bar (“¿Qué podría ocurrir.?”). 

Cuando estas cosas pasan a ser periódicas, la novedad y la descarga de dopamina, ambas desaparecen, añade Lieberman. 
Explica que la dopamina es una de las sustancias químicas que hacen que quieras tener relaciones sexuales y enamorarte, y que también hace que antes o después, todo cambie y después de haber encontrado a tu ‘media naranja’, compruebes que esa llama se apaga sin saber porqué.

“La pasión aumenta cuando soñamos con un mundo de posibilidades, pero desaparece cuando nos enfrentamos a la realidad”, según Lieberman.

“Cuando el dios o la diosa del amor que llama a tus aposentos se convierte en el cónyuge soñoliento que se suena la nariz en un pañuelo raído, la naturaleza del amor, el motivo para seguir, deben convertirse en otra cosa”, de acuerdo a este experto.

“La novedad que provoca que la dopamina se active no dura eternamente. El romance apasionado desaparecerá tarde o temprano y llegará el momento de elegir”, asegura. 

En ese momento podemos pasar a un ‘amor de compañeros’ duradero, que se alimente del aprecio diario por la otra persona en el aquí y ahora, o bien poner fin a la relación e ir en busca de una nueva montaña rusa de emociones, desencadenada por una próxima descarga de dopamina, según Lieberman.

“Cuando se trata del amor, la dopamina es el punto de partida, no de llegada”, recalca.

“La dopamina siempre nos tienta a ir más allá del presente hacia un futuro mejor. Es la herramienta que la evolución desarrolló para mantenernos en movimiento, buscando constantemente maneras de asegurar nuestra supervivencia y la de nuestros genes en la siguiente generación” explica Lieberman a EFE.

“Una de las maneras en que la dopamina logra este objetivo es haciendo que el futuro brille, por así decirlo. Pinta las nuevas posibilidades con colores de un brillo irreal”, asegura. 

“Cuando la dopamina tiene el control, la posibilidad siempre es mejor que la realidad”, recalca.

Portada en 3D de Dopamina, de Daniel Z. Lieberman (Planeta)
Portada en 3D de Dopamina, de Daniel Z. Lieberman (Planeta)

Lieberman explica que cuando nos enamoramos a primera vista, nos enamoramos de un espejismo dopaminérgico (relacionado con la actividad de la dopamina). Quizá se convierta en un amor real, pero ¿cómo podemos amar una realidad que desconocemos?”. 

Para este experto “el amor a primera vista no tiene nada que ver con el amado, porque no sabemos nada de esa persona. En realidad, nos enamoramos de nuestros propios circuitos cerebrales de dopamina”.

DEL AMOR PASIONAL AL AMOR DE COMPAÑÍA.

El amor apasionado -la sensación de estar "enamorado"- dura alrededor de un año y está impulsado por la dopamina, según el psiquiatra estadounidense. 

Señala que es un amor basado en la ilusión  de “un futuro mejor, tal vez un futuro ideal, en el que la vida con la persona amada será una alegría interminable”. 

“Pero al final, lo posible se convierte en lo real, el futuro se convierte en el presente, y entonces la dopamina se apaga”, destaca. 

Después de que el amor apasionado se desvanece y la dopamina se apague, las parejas pueden entrar en una fase llamada ‘amor de compañía’, según este experto. 

Indica que “el ‘amor de compañía’ no tiene que ver con un futuro dorado, sino con un presente satisfactorio. Asumimos que nuestra persona amada no es perfecta, pero nos sentimos bien al estar con alguien cuya vida está profundamente entrelazada con la nuestra”. 

Esta fase se caracteriza por sentimientos de satisfacción y plenitud más que por el frenesí del amor apasionado.

“Las parejas tienen que aceptar que el amor apasionado no dura mucho más de un año, aproximadamente. Tienen que aprender a apreciar las profundas alegrías del ‘amor de compañía’”, enfatiza.

En cierta medida se pueden recuperar algunas chispas del amor apasionado estimulando la dopamina con cosas nuevas, añade. 

“En vez de ir al viejo restaurante favorito, se puede visitar un lugar extraño y nuevo. La pareja puede hacer actividades que nunca hayas hecho antes, ya sea un paseo en bicicleta, una excursión a un museo o practicar paracaidismo”, señala. 
Lieberman recomienda “recordar siempre que la dopamina es la guarnición. La verdadera comida es la intimidad y la satisfacción a largo plazo que tienen poco que ver con la dopamina”.

María Jesús Ribas

EFE/Reportajes 

Cupido, escultura de Frederick William MacMonnies. Metropolitan Museum of Art.
Cupido, escultura de Frederick William MacMonnies. Metropolitan Museum of Art.

 

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