Columna
Electromovilidad: Lo positivo de esta pandemia
Según informes internacionales, el cierre provocado por los confinamientos tuvo impactos positivos en lo que respecta a las emisiones de CO2 y calidad del aire. Pero estos efectos no durarán lo suficiente, si no entendemos que el resultado es solo producto de la desaceleración temporal de la economía y de las actividades cotidianas, por lo que resulta necesario entender las nuevas tecnologías en e-movilidad existentes y, potenciar su uso, para sostener estos indicadores en el tiempo.
Si bien la evolución general de los vehículos eléctricos es prometedora, según el informe de la Asociación Nacional Automotriz de Chile, entre 2018 y 2019, el número de vehículos eléctricos incrementó un 68%, la realidad es que ese crecimiento aún no es determinante ni significativo. Si vemos el mismo documento, ese 68% representa la compra de 429 autos eléctricos que ingresaron al parque, mientras que en igual periodo la venta de vehículos a combustión fue de más de 75 mil.
Hace poco tiempo, la Asociación Gremial de Vehículos Eléctricos de Chile (AVEC), afirmó que año a año crece la energía renovable en nuestro país. Sin ir más lejos solo en el año 2020 llegó a más del 20 % de la matriz energética, por lo que los vehículos eléctricos presentan una interesante oportunidad en Chile y el mundo, no solo para reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), sino también para palear las emisiones generadas por contaminantes locales en zonas de alta exposición, sumado, por supuesto, a la reducción de los niveles de ruido; factores que convierten a la electromovilidad en un actor relevante en los mercados mundiales.
Es cierto que vamos por el camino correcto, sin embargo, aún hay mucho por hacer y actores que se deben considerar. Actualmente la Red Metropolitana de Movilidad cuenta con la flota de buses eléctricos más grande del mundo fuera de China (cerca de 800 unidades a finales del 2020), el Gobierno en su “Estrategia Nacional de Electromovilidad”, desarrolló en el eje “Transporte Público como Motor de Desarrollo”, la introducción de tecnologías eléctricas en el país, con el fin de detonar su masificación al resto de los mercados vehiculares, lo que sumado a iniciativas como el “Sello de Excelencia Energética 2020,” que incentiva el uso de la electromovilidad como eje esencial para el enfoque integral de las empresas, pareciera demostrar que existe un trabajo eficiente, pero, si analizamos el detalle, nos damos cuenta que el foco está solo en la macromovilidad, es decir: buses eléctricos, taxis, o incentivos a sectores como la gran minería; todas éstas ayudas que el ciudadano a pie no ve reflejado en su día a día, por ende, no percibe de igual manera los beneficios que ven, por ejemplo, los dueños de taxis, quienes ven sus costos, operacionales y de mantención, reducidos a casi 1/5 de lo que eran antes. Por esto es necesario incentivos claros, tanto para usuarios de motocicletas, bicicletas o scooters eléctricos, como para los importadores de estas nuevas tecnologías. Más aún, si consideramos que en ninguna de las propuestas del Gobierno se encuentran estrategias, o futuras implementaciones que permitan un mayor uso de este otro tipo de transporte limpio.
Existen países que han implementado políticas eficientes para su masificación. En España, por ejemplo, se encuentra el Plan Moves II, el cual es un incentivo a la movilidad sostenible promovido por el Estado, con fondos europeos y gestionado por las comunidades autónomas. Comprende varios frentes de acción para subvencionar la compra de todo tipo de vehículos eléctricos, híbridos y de energías alternativas, así como la implantación de infraestructuras que les den soporte. Este es un incentivo directo y de varios cientos de Euros para comprar una moto eléctrica, por ejemplo, el que claramente movería la balanza hacia los vehículos limpios e inteligentes a la hora de elegir como moverse por la ciudad
¿Seremos capaces de sacar algo positivo de esta crisis? Sí y la electromovilidad es un camino, aunque faltan muchos desafíos por enfrentar, que van desde la incorporación de nuevas tecnologías, generación de técnicos, profesionales, educación, hasta una real campaña que impulse la electromovilidad en nuestro país, así como incentivos reales como la baja a los impuestos de las empresas importadoras, a las patentes, facilidades en los permisos de circulación, y subsidios como el español, que pueden ser alicientes importantes y medidas concretas para impulsar la electromovilidad, sobre todo cuando sabemos que ésta supone una oportunidad para la creación de nuevos modelos de negocio, desde la digitalización hasta la producción de vehículos, pasando por el mantenimiento, la optimización, adelantos como los vehículos autónomos conectados, el internet de las cosas, la forma en que las personas pueden viajar y la creación de empleos ligados tanto al sector automovilístico, energía y de las tecnologías de la información; los cuales, unidos, pueden generar sinergias que aceleren la descarbonización de la economía y que permita sostener en el tiempo, uno de los pocos aspectos positivos que ha dejado esta pandemia.