Psicología
OPINIÓN: "Antonia no se suicidó, nuestra cultura machista la mató"
Javiera Donoso, psicóloga especialista en reparación emocional y temáticas de autocuidado y autoestima.El próximo 21 de julio está programada la formalización de Martín Pradenas, acusado de violar a Antonia Barra. Ese día se formalizará a su agresor y recién se comenzará a investigar, sin la voz de Antonia, sin su denuncia o relato, ya no está con nosotros, pues no resistió lo vivido. Para ella esa experiencia le puso fin a su vida y no vio nada en su futuro, salvo la muerte.
No se denuncia antes, no se investiga, no se problematiza, no se hace nada al respecto porque es una realidad escondida y negada. Bien supo Antonia de esta negación, por algo decidió no contarle a su familia lo que había vivido, probablemente queriendo protegerlos del dolor y también temiendo a decepcionarlos.
Antonia probablemente sintió vergüenza, asco de sí misma, angustia extrema; al punto de ver todo negro y no encontró salida posible más que la muerte. No sintió rabia, indignación, certeza de merecer justicia. No encontró la convicción de ser víctima de un acto repudiable que es responsabilidad en un 100% de su agresor. Ella se culpó y se sentenció con el mayor de los castigos; la pena de muerte.
El problema no es sólo que Antonia en su desesperación, haya decidido quitarse la vida. El problema es que haya tenido que ocurrir una tragedia como esa, para que recién en ese momento se hiciera visible su dolor. El real drama de esta situación es que todas somos o fuimos Antonia en algún momento de nuestra vida y pensamos, o la sociedad nos hizo creer, que era nuestra culpa, que algo habíamos hecho mal que nos había puesto en esa situación de la que Antonia no pudo salir. Ella pensó que no podría superar lo que le pasó, encarnó y de alguna manera simbólica se sacrificó en nombre de tantas mujeres que, como ella, viven esta realidad en silencio. En el desamparo de una cultura que normaliza y justifica el abuso y la violencia de género en todas sus formas y que solamente cuando ocurre algo que sale de lo común, se ve forzada a sacarse la venda y hacer algo de justicia al respecto.
En mis 15 años de ejercicio profesional como psicóloga, he escuchado cientos de testimonios de abuso sexual y violencia de género en general y en cada uno de ellos se repite la misma dinámica; la víctima se culpa, se avergüenza y se castiga a sí misma. Este autocastigo toma formas diversas; el silencio, la inseguridad, la baja autoestima, la idea de insuficiencia, la autoexigencia, el autosabotaje, la depresión, la soledad, el estancamiento, la elección de parejas que replican el abuso manteniéndolo vivo y como no, si nunca se hizo nada al respecto que pudiera reparar, sanar y traer paz para poder cerrar y continuar viviendo con dignidad.
Mujeres que piensan que hicieron algo mal, que de alguna manera “se buscaron” lo que les pasó. Que tomaron de más, que se vistieron de modo provocador, que andaban muy tarde solas, que no supieron cuidarse, que no pusieron límites correctamente, que eligieron mal, que confiaron mucho, que fueron “tontas, sueltas y/o locas.”
El trabajo con ellas es ayudarlas a liberarse de estas distorsiones en el pensamiento, para que puedan darse cuenta de que no hay nada que autorice o justifique el abuso, sea en formas tan triviales como el hostigamiento en la calle o en otras tan dolorosas como la violación.
En este proceso surge en ellas la voz internalizada de la sociedad amparando al agresor y culpándolas a ellas, de una manera cada vez más sutil, pero efectiva.
Es aquí donde radica lo traumático e irreparable de esta realidad; en la soledad, el desamparo y la desmentida social en que quedan las víctimas. Teniendo que lidiar no sólo con una agresión que ha arrasado con su sentido de seguridad, dejándolas en una experiencia de vulnerabilidad difícil de soportar.
Desde mi punto de vista Antonia no se suicidó, nuestra cultura machista la mató. Antonia es una víctima del machismo burdo de nuestra sociedad, de hombres y mujeres que validan al agresor y responsabilizan a las víctimas. Mientras esta lógica perversa no se detenga temo que seguiremos lamentando y horrorizándonos de casos como los de Antonia.
Urge un cambio cultural, porque la culpa NUNCA es de la víctima.
Javiera Donoso