Comerse las uñas: qué problemas de salud genera este mal hábito

Algunas personas se comen o muerden las uñas cuando están atravesando un proceso de ansiedad o de estrés. Este mal hábito no solo afecta la apariencia de nuestras manos, sino que además puede causar problemas de salud. 

En la siguiente nota te diremos cuáles son los problemas de salud que puedes llegar a sufrir si te comes las uñas todos los días.

¿Qué problemas de salud surgen al comerse las uñas?

El Instituto Mayo Clinic asegura que comerse las uñas puede causar muchos problemas de salud, como por ejemplo las infecciones. 

La dermatóloga Lourdes Navarro Campoamor, de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) confirma que comerse las uñas trae problemas en los dientes, en la salud digestiva, en la respiración y hasta a nivel mental. 

Las contraindicaciones de comerse las uñas son: 

• Infecciones: podemos ingresar a nuestro cuerpo bacterias y hongos que generan infecciones. 
• Impacto psicológico: comerse las uñas puede tratarse de un mecanismo ante situaciones de ansiedad y estrés por lo que mantener este hábito puede perpetuar el malestar psicológico.
• Desarrollo de trastornos psicológicos: la costumbre de comerse las uñas puede estar relacionada con trastornos de ansiedad o al trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) por lo que la consulta con un profesional es necesaria.
• Problemas digestivos: cuando nos comemos las uñas ingerimos bacterias, hongos e impurezas a nuestra boca y estómago, incrementando las posibilidades de padecer infecciones digestivas.
• Problemas dentales: comerse las uñas puede dañar los dientes, desgastarlos y hasta alterar su alineación. 
• Problemas respiratorios: cuando las bacterias de las uñas llegan al sistema respiratorio pueden aumentar las probabilidades de sufrir infecciones como amigdalitis o faringitis.

¿Qué población es más vulnerable a comerse las uñas?

Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), comerse las uñas, conocido con el nombre onicofagia, puede darse a distintas edades, aunque tiene un 30% de presencia en niños, un 45% en edad adolescente y un 10% en personas mayores de 35 años.