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Cobra Kai: un chulo golpe al corazón [COLUMNA]

Ernesto Garratt realiza una revisión completa de la serie serie web dramática estadounidense de 2018, basada en la franquicia de The Karate Kid y que, pandemia mediante, hemos conocido en Netflix sin imaginar que nos gustaría tanto.
martes, 5 de enero de 2021 · 12:36

Saben, Cobra Kai es tremenda.

No porque sea necesariamente notable sino porque se asume: es una serie que es serie.

No quiere ser una película, una pieza maestra. No quiere vender un tollo, un rollo existencial. No. Esto es una serialización, comida chatarra piola en serie, de bajo presupuesto, pero con un foco nítido, claro: darnos un chulo golpe al corazón. 

The Mandalorian y Cobra Kai, para mí dos de las mejores producciones recientes del streaming, comparten un gran denominador en común: buenos guionistas que entienden sus respectivos productos de origen y, además, venir de franquicias del pasado y que en este presente de 2020, “siguen con la historia” que habíamos dada por terminada hacía décadas atrás. 

En el caso de Cobra Kai, no seguimos propiamente tal la historia del “jovencito” de Karate Kid, sino que la de su rival.

Ya cincuentón, acabado, borracho y un perfecto loser. Qué mejor.  

Y ese giro es sorpresivo y destacable (valga decir que lo mismo ocurre en The Mandalorian) es parte del milagro, ya que se amplía el espectro de grises entre supuestos buenos y malos; entre supuestos héroes y villanos de lo que antes se veía como una historia más bien infantil y en este “revisit” tiene más tintes adultos y plausibles.  

Cobra Kai es una cajita feliz de comida chatarra porque sus clichés y giros y estructura dramática no se salen de lo ya mil veces visto: Un plato desechable; sin embargo, su atrevimiento es devolver el golpe de la nostalgia con una puesta en escena tan autoconsciente de lo que es, una meta historia de un clásico de los años 80, que logra a todos tenernos capturados todo el tiempo con su amor por los personajes y lo que son: entrañables reencarnaciones de la adolescencia.

Y en dos niveles: los jóvenes-jóvenes en el presente, es decir, los actores de la high school que quieren dejar de ser víctimas de bullying mediante el aprendizaje de karate; y los viejos-jóvenes de la saga original que aún no pueden crecer y siguen pegados con su juventud perdida. 

Inteligente y pequeña máquina del tiempo que merece nuestra atención y aprecio (es genial cómo los viejos instructores de karate de Cobra Kai en el presente no respetan en un centímetro la corrección política imperante), esta serie es un acierto en todo su cuadrilátero narrativo.

Construye su ring de pelea desde el formato aplicado mil veces antes pero, aún así, a punto de puros golpes de emoción teleséricos -falta nomás un huérfano que perdió a la guagua y que es hijo del no se quién- gana la pelea de la recordación del público. 

Cobra Kai, con su mundo de losers y obsesión por el éxito, es una serie winner. Todo el rato.  
¡Fight!