Anime

Columna de Ernesto Garratt: ¿El animé perfecto? “Akira” pues socio: “Akira”

Columna sobre esta tremenda historia ambientada en ¡2019! cuyo génesis ocurre en los años 80; cuando el 2019 parecía ser un futuro muy, muy lejano.
viernes, 13 de noviembre de 2020 · 11:33

Me estoy metiendo en problemas. Lo se. Pero hay que mojarse donde termina la espalda de vez en cuando. Así que lo declaro sin temor y con la frente en alto. Para mí, el mejor animé del mundo mundial es “Akira”, de Katsuhiro Otomo, una pieza de arte mayúscula que aún sigue vigente a 32 años de su estreno en cines. 

Y por qué saco a colación esta película… ¿Quién me echó fichas dirán ustedes?. Pues hay varias razones.

Lo primero. Viene la edición 4K de este clásico. 

Segundo. En NerdNews estamos regalando el vinilo con el soundtrack de Akira. 

Y tercero,  pucha, porque quiero y puedo. 

En el lejano 1988 debutaba esta historia ambientada en ¡2019! Es que en los años 80, 2019 parecía ser un futuro lejano e inalcanzable.

De hecho, en otra película reverenciada por Katsuhiro Otomo y que le sirvió de base para su Akira, Blade Runner, dirigida por Ridley Scott en 1982, el futuro tampoco ofrecía nada bueno en el mismo año en que está ambientada Akira: 2019… Qué coincidencia ¿no?

Y bueno, acá estamos, en el 2020, sobreviviendo una pandemia y en una crisis social que estalló en octubre de 2019 y que ya presagió -en forma de hermosa metáfora- el cómic y manga de Otomo con la prestidigitación de un maravilloso oráculo. 

¿Por qué lo digo con tanta seguridad? Porque soy un chileno viviendo en este país cruzado por las desigualdades sociales y he sido testigo, en mi calidad de crítico de cine y habitante de a pie, de cómo Chile se ha convertido en el filme de horror que significa ser el país más capitalista de la región, por no decir del mundo: sin derechos, sin ayudas del Estado. 

Y eso mismo es lo que le pasa a la ficticia ciudad de Neo Tokio de Akira, que tiene cero vestigios del Japón de antaño y más parece una mega ciudad occidental que otra cosa: una Nueva York en anabólicos. Una copia infeliz del Edén donde se rinde culto a la velocidad, al consumo desbocado y donde las protestas son reprimidas con la ferocidad que hemos vista en denuncias de violaciones de DDHH en nuestro país. 

El arte (de 1988) imitando a la vida y más encima la vida del futuro (de 2020). 

Es verdad que el año 1988 fue clave para que el animé saliera al mundo. Ese bendito 1988 se estrenó no solo Akira en Japón: sino que también dos de las mejores producciones del estudio Ghibli. Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki y La tumba de las luciérnagas, de Isao Takahata, que en paz descanse.

Cualquiera me puede insultar por atreverme a anteponerle a este hermoso binomio sobre la niñez la violenta y salvaje Akira, que es también una reflexión sobre criarse solo y sin ayudas estatales, tal cual los NNA bajo el oscuro descuido del Sename en Chile.

Pero nada qué hacer: Akira me resulta más directa en su mensaje y más actual en su contenido: el futuro que temíamos en 2019 se cumplió. El modelo se rompió, se agotó y no queda otra que cambiarlo.

No queda más que crecer.